En el presente escrito
se tratará de forma resumida los cuatros libros en los que se divide la obra,
El Contrato Social, del filosofo Roseau. Esperando que le ayude, ya que esta
obra constituye uno de los libros más interesante de la filosofía política.
La obra ¨El Contrato Social¨ o ¨Principios de Derecho Político¨ de Jean Jacques Rousseau es escrita en la
época de la Ilustración, es decir, durante el siglo XVIII. En esta etapa se
sustituye el pensamiento teocéntrico por uno homocéntrico, la fe se deja a un
lado y se le abre el camino a la razón. Esta obra fue pensada en un principio
como parte de una obra mayor que jamás llegó a realizarse. ¨El Contrato Social¨ se divide en cuatro libros y estos a su vez se
subdividen en capítulos.
Libro primero
Este primer libro se
compone de nueve capítulos. Rousseau parte del planteamiento de que todos los
hombres nacen libres e iguales por naturaleza. Habla del estado originario del
hombre, afirmando que la familia es el primer modelo de sociedad política.
Rousseau argumenta contra el derecho del más fuerte, pues, afirma que la fuerza
no constituye derecho y que únicamente se está obligado a obedecer a los
poderes legítimos. El fundamento único de toda autoridad legítima serán las
convenciones. Tras una breve referencia a la guerra y la esclavitud, presenta
su idea acerca del pacto social, según la cual dice que cada individuo pone en
común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad
general, recibiendo a cada miembro como parte indivisible del todo.
Ataca la doctrina de Hugo
Grocio, quien afirma que dado que un hombre puede enajenar su libertad y
convertirse en esclavo, lo mismo puede hacer un pueblo. Para Rousseau enajenar
significa dar o vender, y si bien puede tener algún sentido en el caso del
esclavo, que gana algo a cambio de su enajenación, no parece ser el caso del
pueblo, que no gana nada. Algunos dicen que el déspota garantiza a los súbditos
la tranquilidad civil. Pero para Rousseau son mayores los males que se siguen
de tener un déspota, que los que se seguirían de no tenerlo. La alternativa
entonces es que los hombres se entreguen gratuitamente, sin recibir nada a
cambio, pero este tipo de acto es ilegítimo y nulo porque quien lo realiza no
está en su sano juicio.
Rousseau distingue tres
tipos de libertades: la libertad natural, que es la que se pierde tras el
contrato, la libertad civil, que está limitada por la voluntad general y la libertad
moral, que es la única que convierte al hombre en amo de sí mismo. El pacto
social convierte en iguales a los hombres por convención y derecho.
Libro segundo
En el segundo libro de
la obra, el cual esta compuesto por doce capítulos, se desarrolla sobre todo el
concepto de voluntad general. Al ejercicio de esta voluntad general Rousseau le
llama soberanía, destacando su inalienabilidad e indivisibilidad. También
analiza los conceptos de ley, que no sería otra cosa que un acto de la voluntad
general, es decir, donde el pueblo sería el legislador.
Según el autor, el
objetivo de todo pueblo es conseguir abundancia y paz. Cree que el lugar más
apto para construir un Estado perfecto es la isla de Córcega.
Este coincide con
Aristóteles en la necesidad de una clase media, aunque en él hay una mayor
tendencia a una homogeneización y piensa que la libertad subsiste gracias a la
igualdad porque la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la igualdad,
por lo que la fuerza de la legislación debe siempre tender a mantenerla.
Al final de este
segundo libro, Rousseau distingue tres clases de leyes: políticas, civiles y
criminales. También habla de una cuarta clase de leyes: los hábitos o
costumbres, de las que se ocuparía en secreto el gran legislador. De las
diversas leyes presentadas, Rousseau dice ceñirse a las leyes políticas.
Libro tercero
El tercer libro es el
más extenso, esta compuesto por dieciocho capítulos y se ocupa esencialmente
del gobierno y de sus formas. El gobierno es considerado como un cuerpo
intermedio establecido entre los súbditos y el soberano para su mutua
correspondencia, encargado de la ejecución de las leyes y del mantenimiento de
la libertad, tanto civil como política. Por tanto, el gobierno no es otra cosa
que el ejercicio legítimo del poder ejecutivo. El poder legislativo, por su
parte, siempre pertenece al pueblo y sólo puede pertenecer a él.
El autor afirma en este
libro que cuanto más crece el Estado, más disminuye la libertad y que el
gobierno para ser bueno debe ser relativamente más fuerte a medida que el pueblo
es más numeroso. En cuanto a los magistrados, dice que la relación de estos con
el gobierno debe ser inversa a la relación de los súbditos con el soberano y que
cuanto más numerosos son los magistrados, más débil es el gobierno.
También considera que
la forma de gobierno más adecuada para un país depende del número de habitantes
y de su extensión. De este modo, el gobierno democrático conviene a los
pequeños Estados, el aristocrático a los medianos y la monarquía a los grandes.
Él opina que la democracia es una forma tan perfecta de gobierno que no se da
nunca en su forma pura, por lo cual, afirma que solo los dioses se gobiernan
democráticamente.
El autor ataca al lujo
como obstáculo para la construcción de esa república democrática ideal, que
además requiere ser una Ciudad-Estado de ciudadanos virtuosos. También, tiene
como fuente a Montesquieu al dar importancia al clima en el carácter de los
pueblos: el despotismo conviene a los países cálidos, la barbarie a los fríos y
la civilización a las regiones intermedias. Otra relación establecida por
Rousseau le lleva a afirmar que la opulencia corresponde a las monarquías, la
riqueza y extensión medias a las aristocracias, y la pobreza y pequeñez de
territorio a las democracias.
Tras dar las características
de un buen gobierno y arremeter contra las letras y las artes que traen la
decadencia a los pueblos, el autor plantea su propia teoría de las
revoluciones, también más imperfecta y menos acabada que la de Aristóteles.
Rousseau alega que si queremos una institución duradera, no pensemos en hacerla
eterna.
Libro cuarto
Este último libro que
contiene nueve capítulos e incluyendo la conclusión, comienza hablando de la
bondad y rectitud de los hombres sencillos, los cuales necesitan pocas leyes. El autor se siente
emocionado cuando ve a grupos de campesinos resolver los asuntos del Estado
bajo una encina y conducirse siempre con acierto. Vuelve a insistir en la
noción de voluntad general, la cual debe ser constante en todos los miembros
del Estado.
Tras hablar de las
elecciones, hace un largo capítulo sobre la historia de Roma. Luego, defiende
la necesidad de la dictadura como elemento para prevenir y solucionar los
momentos de crisis en las repúblicas. También entiende que es necesaria la
censura, que es la manifestación de la opinión pública. Al concluir este cuarto
libro ataca a la religión cristiana, pues es incompatible con la libertad; lo
cristiano es opuesto a la república. Rousseau está de acuerdo con que haya una
profesión de fe completamente civil y plantea frente a los dogmas de religión
las normas de sociabilidad.
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